Una turbina de gas es un motor térmico rotativo de combustión interna, en el que a partir de la energía aportada por un combustible se produce energía mecánica y se genera una importante cantidad de calor en forma de gases calientes. El proceso de combustión de la materia primaria es a su vez aprovechado para producir energía eléctrica. A esta capacidad de obtener simultáneamente dos fuentes de energía, eléctrica y térmica, se la denomina cogeneración, un sistema de alta eficiencia energética que tiene multitud de aplicaciones.
Existen diversos tipos de turbinas de gas, pero en términos generales se diferencian en dos modelos, en función de su tamaño y empleo: las turbinas de gas para ciclo combinado, de grandes dimensiones y destinadas a la generación masiva de energía, y las turbinas de gas aeroderivadas, en las que se enfoca el presente artículo.
Estas turbinas, de menor tamaño, han adaptado su diseño original destinado a usos aeronáuticos para, además de aportar calor a los procesos de producción, aprovechar el procedente de los gases de escape para el suministro de energía eléctrica en las plantas industriales. Al ser subsidiarias de los procesos industriales y a su vez proveedoras de energía, deben de estar totalmente disponibles el mayor tiempo posible.
Sin embargo, y a pesar de ser mecánicamente simples, no están exentas de la posibilidad de sufrir fallos que acarrean importantes costes, tanto para su reparación como derivados de su tiempo de indisponibilidad. Además, a diferencia de otros componentes industriales, sus paradas planificadas también plantean numerosos retos para realizarlas en términos óptimos y de la manera menos lesiva para la maquinaria.
Los sensores ópticos de Atten2, al monitorizar el comportamiento de los componentes más críticos presentes en estos motores, son un excelente aliado para minimizar el riesgo de que sufran averías, así como para adoptar decisiones informadas sobre su mantenimiento.